Julio C. Lino Pérez/Subterráneos
Puebla, Puebla. 01 de Septiembre de 2021. Entrar en el mundo de Emiliano Pérez Cruz es como descubrir el lugar correcto para beber una cerveza. Algunos lo encontramos en los tianguis y en las colonias, adonde se acude en compañía de los cuates del barrio. Allí mismo, entre micheladas en vasos de cartón, remojadas de salsas, uno puede encontrarse las historias, ni más ni menos.
Los días comunes de las colonias populares viven su ritmo de violencia y tragedia. Los outsiders al parecer siempre han estado ahí: teporochos, vagabundos, “loquitos” (todos estos herederos de la pobreza tradicional). La normalidad de ver rondar a la policía, ha hecho que se acepte con estoicismo la siembra de delitos, que todos los días inundan las cárceles. Pero en estos mundos no todo es así: prevalece el amor. El amor como solidaridad en los tiempos adversos.
En la escritura de Emiliano Pérez, todo esto surge con naturalidad: su voz es un anzuelo, casi oracular. La tradición oral del barrio encuentra su literatura en Emiliano Pérez Cruz. Su oficio de narrador, que toma de la tradición de la literatura mexicana de la más alta cultura y de la contracultura de los onderos (su maestro Sainz) además de su profesión en el periodismo, hacen una amalgama literaria riquísima en técnica y profundidad que tiene un valor testimonial importante que rastrea el devenir de la cultura de un sector que se encuentra al margen de la lógica del mercado y de las instituciones del Estado. Vicente Quirarte señala que “su lenguaje traduce los sudores y afanes de los suyos”.
La visualización que Emiliano Pérez desarrolla en su literatura atraviesa, como decíamos, el devenir de un grupo social, pero cabe la pregunta ¿Qué es lo que exactamente nos permite ver ese transcurso? Para Daniel Noemi, el cuerpo de los pobres (su representación) es la que nos permite ver claro el asunto. Ese transcurso es atravesado por los hechos históricos (el abandono del campo; el fracaso de la reforma agraria; la consecuente migración a la urbe; la conformación de las colonias industriales; el desmantelamiento de la industria nacional; y el paso a la integración del país al avasallante universo globalizado) que han construido el discurso de la pobreza en diferentes momentos. En EPC observamos el transcurso de lo rural a lo urbano, que nos permite conocer la historia de su familia y su eventual asentamiento en lo que luego sería Ciudad Nezahualcóyotl. El desarrollo estabilizador los integró a su proyecto: la modernidad le da al cuerpo de la pobreza la posibilidad de representarse a través del trabajo: la mano de obra es indispensable como lo son los sindicatos y las organizaciones que pretenden llevar esta representación a espacios políticos en donde, como siempre sucede, los beneficiados son solo unos cuantos. De la mano con esto, observamos también la presencia de los outsiders, ese sector llamado por el marxismo
“lumpenproletariado”, y que conforma un universo permanente. El devenir hacia el proyecto globalizador, que aún es incipiente (y que termina por otorgarle mutilación, violencia, abyección al cuerpo del pobre), coincide con la producción de EPC en textos como “Julieta”, en donde un personaje, trabajador de una paraestatal, que presume su uniforme color beige, agobiado por el alcoholismo, un día es descubierto en su cuarto, con el cuerpo de su pareja muerta: “tres días, quizá, tenía Julieta de fallecida”. El texto hace presentir la inminencia de lo que pronto aguarda: la sensación de un uniforme que se cuelga para siempre, la desarticulación de las paraestatales. Aquella imagen coincide con lo que el
narrador señala: “Cada año aparecieron rosas (…) Luego la ciudad creció. La esquina fue tomada por asalto. En las noches, los jóvenes se dedicaban a jugar futbol y a tomar cerveza. Por las mañanas, era el sitio de reunión de los teporochos y pepenadores (…) Si alguien volvió a dejar flores, no nos enteramos”. El presentimiento de una nueva época se respira en aquellas flores marchitas: se anuló la participación de los pobres en la velocidad del mercado (tratando de refugiarse en el mercado informal). La imposibilidad de mejorar algunas condiciones, en este mercado controlador del cuerpo de los pobres (el flujo de información, la constante presencia de las fuerzas del orden en las colonias populares, la reclusión) incluso tiene en esta imagen, una desesperanza agobiante: las filas del lumpenproletariado empiezan a aumentar incontrolablemente. Nadie se ha enterado aún. Todo es un mero presentimiento. Esto, sin embargo, nos hace ver el crecimiento de la urbe. Neza, Nezayork, el de EPC, tiene en voz del maestro, no solo una representación inteligente y decorosa en el ámbito literario, sino una representación histórica que puede darnos la pauta para mejores tiempos a través de la resistencia cultural, porque lo dicho: siempre nos queda el amor, ese espacio en donde ninguna maquinaria ha podido inmiscuirse con su lógica mezquina.
Festejemos al maestro en este lugar en donde las cervezas saben a las mejores historias.
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