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Avándaro y la teología de la liberación

Ildefonso López/Subterráneos



"Quiera Dios que mañana no llueva”, dijo alguien cuando estábamos refugiados en los Portales de Valle de Bravo. “Dios querrá, pues venimos a unirnos y amarnos”

Enrique Marroquín Zaleta


Puerto Escondido, Oaxaca; 16 de septiembre 2020. No lo viví, solo escuché hablar de Avándaro (el festival de rock y ruedas), en mi pubertad y en canciones como “La Encuerada de Avándaro”, del muy popular Three Souls in my Mind, eran los únicos referentes, más tarde supe qué grupos tocaron, por la revista Conecte. Llegó a mis manos el libro Avándaro aliviane o movida!, me atrapó, lo empecé a vivir a través de imágenes que se formaban en mi mente.


Recuerdo la serie Huaraches de Ante Azul de Federico Arana que transmitía radio UNAM de forma dramatizada ¿cómo olvidar los diálogos? que entre amigos recordábamos, el testimonio de Armando Molina, que fue el encargado de llevar a los grupos de rock al festival, decía: -“y él (su papá) se quedó hasta el final, con el Three Souls in my Mind, pese que el Oso había estado incitándolo ahí con unos churrotes”. Recordar este fragmento era ya una celebración, imaginar estar ahí.


Luego llegó a mis manos un video en versión VHS de cortometraje súper 8 sobre Avándaro, de Alfedo Gurrola, y algunos fragmentos que se llegaron a pasar cuando se hablaba en televisa, suficientes para disfrutarlo.


Más tarde llegó el internet y ahí empecé a conocer algunos protagonistas como Jacobo Aragón baterista del Epílogo, con quién me senté a platicar una tarde lluviosa en un lugar del Pacífico sur de la costa oaxaqueña, lo mismo con el Oso Milchorena quien fuera el bajista de Three Souls in my Mind, con el que también platiqué largas horas en Casa Pepe en la CDMX. Dos testimonios que evocan y coinciden en la gran noche del apoteosis... Avándaro.


De todo lo escrito del festival, encontré algo bello que reivindica a los jóvenes de la época, para él, no eran los “nacos colonizados” mucho menos “La naquiza ”, como escribía cierto intelectual. Me refiero al sacerdote Claretiano Enrique Marroquín Zaleta y más tarde simpatizante de teología de la liberación.


Por 1966 se empezó a involucrar en la contracultura atendiendo personalmente al estreno mundial de la famosa “Misa Beat”, impulsada por el papa Pablo VI, a lo que él mismos nos comenta a distancia:


-La “Misa Beat” efectivamente la organizó el Vaticano, hacia 1966, nada menos que el Dicasterio de la Sagrada Liturgia y Culto Divino. Estrenada en el Oratorio de San Felipe Neri (allí nació un género musical llamado “Oratorio”, allá por el siglo XVIII).


El grupo I Barrittas fue el responsable de música. Poco después organizó concursos de rock y debates serios sobre The Beatles, Bob Dylan, los poetas malditos, los beatniks, etc. Su tesis fue una comparativa entre los trascendentalistas y las obras de Heidegger (wikipedia).


En lo que respecta a la Teología de la liberación nos da su punto de vista: “Poco después me tocó el auge de la Teología de la Liberación que me pareció mejor que las esoterías xipitecas”.


Recuerdo en algunas ocasiones llegué a escuchar una adaptación de “La repuesta está en el viento” de Dylan, no sé si la adaptación al español era de su autoría, pero como casi no voy a misa, nunca lo supe, con estas ideas regresó a México, y se vinculó inmediatamente como el mismo nos lo afirma:


“Las misas que realicé, hacia 1969, fueron en la colonia Del Valle, misa juvenil, con un conjunto de Rock. La prohibieron después de unos meses”

A la vez escribe en la revista Piedra Rodante, que en esos momentos se había convertido en una fuente fundamental de la contracultura en México, a lo que el responde modestamente:

“Fue como corresponsal de Piedra Rodante, revista ondera.”


Acuñó el término “Jipiteca” para darle identidad a los jóvenes hippies mexicanos, también escribió el libro “ La contra cultura como protesta”. El padre resultó muy “alivianado” para la época, contaba ya con muchos seguidores, que encontraban en él un guía, me permito citar lo siguiente de un comentario sobre nuestro personaje en cuestión:“Gran amigo, durante una época, que los jóvenes, para nuestros padres éramos rebeldes y descarriados, él fue una guía espiritual y de vida, me acompañó a casa a tratar de explicarles, nuestro movimiento y camino. Ellos no lo entendieron, pero él nunca dejó de apoyarnos. Hasta la fecha. Bendiciones a nuestro Padre Marroquín, como lo llamábamos.”



Así es la esencia del sacerdote Enrique Marroquín, con su filosofía en el amor y libertad, lo cual quedó plasmado en su artículo de la Revista Piedra Rodante, sobre Avándaro “ Dios quiera que llueva para unirnos”, donde nos narra desde la sobriedad los pormenores y reflexiones del festival, y sobre todo ve en la juventud y la música como agentes del cambio.


Avándaro pasará a la historia del rock Mexicano como una fiesta excepcional (Enrique Marroquín Zaleta)





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